Poeta de salón
Encaramado en una tarima
donde me subiera el maestro de escuela
con vestido de paño negro
de corbatín
y rodeado por las madres de todos
mis cuatrocientos compañeros
me tocaba sin haber cumplido siete años
declamar como un homenaje en su día
las poesías que le habían hecho
anticuados poetas a su mamá
Mi padre seleccionaba los temas
me enseñaba la mímica
me indicaba dónde debía
reforzar la elocuencia
o dejar caer la voz para lograr ese efecto
que hacía a las madres venirse en llanto
Entre todas ellas la mía
brillaba por su juventud y belleza
y su rostro reventaba de orgullo
ante el líder de sus entrañas
dominando la multitud
En vista de mis éxitos
repetidos en este campo
durante los años elementales
ya no tan sólo con las madres
(lo cual era batalla fácil)
sino con la patria y con la bandera
con el educador y la Virgen
me inculcaron otro tipo de poesías
igualmente de salón recitables
Y en medio de cualquier reunión o tomata
no era extraño que una tía silenciara a la concurrencia
desconectara la radiola
y pidiera que el niño
nos recite aquí en este asiento
el Duelo del Mayoral y Claveles Rojos
En los primeros tiempos
yo me sentía halagado
de ver ojos brillando
por la emoción o por las lágrimas
de escuchar pujantes elogios
a mi voz aterciopelada
y los atronadores aplausos
del distinguido
Pero seguí creciendo en entendimiento
y ya no sólo en casa sino en casa de los vecinos
y donde meros conocidos
donde llegaba de visita
y hasta en la casa de la novia
me seguían pidiendo las mismas
recitaciones
Tan sólo entonces comprendí
que me estaban
mamando gallo
Desde entonces detesto la poesía.
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