Estábamos mirando las cuevas de Oxtotémpan
y sus pinturas rupestres
y comprando chocolates
me hace falta una cerveza -dije
descendimos del monte
y retornamos a la civilización
así que fuimos a un mercado
que se instala los domingos
en las calles de la ciudad
entonces abrí la portezuela
y un autobús de pasajeros
acelerado como un demonio
arrancó la puerta de mi auto;
"eres un imbécil" dijo el conductor
"nada más te faltó extender la mano
y una pierna, o la cabeza"
el buen hombre huyó a toda prisa
y recogimos la puerta del auto
para intentar fijarla
con algunas correas
"necesitas una gran reparación,
querida puerta,
tienes muchos estropicios"
-éso dije
pero mis brazos iban temblorosos
de un sitio a otro del camino,
encendí un cigarro y
volvimos como pudimos
al final, compramos otra puerta.
viernes, febrero 27, 2009
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