Ella estaba gravemente enferma y en agonía cuando me entregó
su libro de poemas engargolado. "Quiero que lo fotocopies
diez veces para darlo a mis amigos. Por favor, no olvides
hacerlo, te espero a cenar cuando regreses." -Me dijo.
Seis meses después pregunté a uno de sus amigos cercanos
por la salud de la poeta. "Ha muerto" -Respondió.
"Preguntaba siempre por su libro de Poemas. Nunca supimos
a quien se lo había entregado. O si era una fantasía."
No dije nada. No podía decir nada. Fui al cementerio
para hablarle. Para decirle que tenía su libro con
todas las copias. No me atreví a intentar publicarlo.
Después de todo nadie sabía que yo lo tuve y nadie
sabría que ella escribió por fin un libro. Leía Poemas,
pero no tenía libro. Arranqué la hoja con su nombre y
arrumbé las fotocopias en una caja de cartón.
Ella Debió esperar que yo apareciera todo el tiempo que
duró su agonía. Simplemente no quise ir. Que la joven
poeta desapareciera fue quizás lo mejor que había pasado.
Así quedé libre de que me pidiera otro favor.
martes, mayo 05, 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario