A medianoche subí a un autobús
que atravesó la sierra madre,
paramos en una comunidad miserable
y pregunté a un par de fantasmas:
"¿porqué no abandonan el pueblo?"
"Es imposible", comentaron resignados
"pertenecemos a este lugar".
El autobús continuó su camino
por laderas agrestes y polvorientas
hora tras hora bajo un sol asesino,
pregunté a otro pasajero:
"¿a qué lugar usted se dirige?"
y me respondió sin atenderme,
"voy al mismo sitio que usted va".
El conductor aceleraba el vehículo
para dejar atrás las cañadas,
llovía tenazmente cuando se detuvo
en una estación multilínea;
los pasajeros formamos en filas
esperando abordar la conexión
y recibíamos un lunch muy precario.
El autobús ascendía en las montañas
el frío congelaba las piernas
nos arropábamos unos con otros,
los días se convirtieron en meses
los meses en años, los pasajeros
insensibles, apenas intercambiamos
miradas, sin atrever a interrogarnos.
miércoles, septiembre 15, 2010
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