La piel de los viejos está hecha de corteza de árbol,
ellos han gastado sus vidas para construir una casa
donde habitarán los descendientes de sus hijos;
su vida ha transcurrido entre el sudor del trabajo
en el campo y la tranquilidad de la noche cuando
todo es silencio y la bruma se calla para escuchar
a los viejos conversar en el pórtico;
los viejos hablan de la bondad de la tierra y el
milagro del tiempo, beben aguardiente en tazas
de barro y cuando hay luna llena juegan a identificar
sombras lejanas con árboles, montículos o animales
nocturnos.
En sus conversaciones abundan referencias a
ciudades lejanas, amigos desaparecidos o
familiares cercanos que se han ido
a buscar otra senda que les dé mas futuro,
una vida de progreso y modernidad que no
se conoce en el campo, donde solo hay
la rutina del día y el descanso en la noche.
Pero los viejos saben que su vida es así
y no podrían evadirse de ella, aunque quisieran
dejarlo, son parte de los montes que habitan;
la luna y el paisaje y el agua que corre en
los bordos no existe sin ellos;
Alguno de los viejos ha ido a la ciudad a
conocer y convivir con los nietos,
pero no entendió nunca las formas de vida
y de trabajo, es mejor vivir en el monte
levantarse con el sol y dar de comer a
los animales, sentir la energía natural y
mirar el horizonte, nada como ésto y
arreglar los desperfectos de la casa
que algún día habitarán los descendientes
de los hijos cuando ellos decidan dejar
la ciudad y venirse a vivir en el campo.
martes, julio 25, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario