sábado, enero 09, 2010

Rafael Soberbio

Conocí a Rafael Soberbio una tarde con lluvia
en el café de la covacha, entré presuroso para
guarecerme del agua que caía como balazos.

Rafael me ofreció un asiento, no tenía elección,
todos los sitios parecían ocupados, quitándose
el frío con americanos hirvientes.

Sin apenas preguntarlo entendí porqué mi anfitrión
necesitaba compañía, era un desdichado.
Un bipolar. Un hombre con suerte sin embargo.
Él era afortunado. Entonces, ¿porqué de su infortunio?

Me contestó con la mirada y lo intuí telepáticamente.
Vivía rodeado de problemas. Sus padres, sus hermanos,
amigos, compañeros y colegas. Era una maldición.

A todos les rodeaba la mala suerte y la desdicha.
El fracaso y las enfermedades, el desempleo y la muerte.

Rafael sentía la culpa, a él le había tocado toda la buena
fortuna de que carecen los que le rodean.

Alguien les había arrebatado toda su buena suerte para
brindársela a él. No era justo. Es una maldición.

Eso pensaba Rafael y se veía compungido, desde entonces
hicimos amistad, ambos escribiamos y también ambos
teníamos fortuna, conseguíamos nuestros propósitos.

La lluvia amainó y nos despedimos, yo esperaba no tener
que verlo nunca, temía perder mi buena suerte, pero
alguno de los dos, debería de caer aplastado por el otro.
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