martes, marzo 20, 2012

Ignacio Manuel Altamirano

Mi padre se llamó Francisco Altamirano.
Fue pobre. Trabajó al servicio de un potentado.
Emigré muy joven del pueblo. Jamás regresé.
Fui un estudiante brillante.
Pero siempre tuve dificultades para concluir.
Me casé y no tuve hijos.
Mi esposa trajo sobrinos a casa
que adoptamos como nuestros.
Fui un profesionista brillante.
Un escritor famoso también.
Me gustaban las crónicas, las narraciones,
la Poesía, las formas clásicas y románticas.
Intenté innovar sin abandonar a los clásicos.
Siempre fui un precursor, inteligente y
amigo de todos.
Gastaba todo mi dinero en libros
que venían desde Europa.
Nunca tuve riquezas.
La riqueza es vivir.
Quise ir a Paris.
Pero cuando tuve que exiliarme,
fui enviado a Barcelona.
Mi mujer siempre estuvo enferma, yo no.
En Europa se me desató la diabetes.
Complicada con otros problemas.
Pero pude viajar a a Paris.
Ya enfermo. Un médico me curó de la diabetes.
Me dijo que estaba aliviado.
Que me fuera a una ciudad junto al mar.
Que comiera bien y descansara.
Lo hice. Empeoré.
No podía levantarme.
Quedé muerto a los 58 años.
Los mismos que ahora tengo.
No vivo en San Remo, Italia.
No me llamo Ignacio Manuel.
Soy Edgar. Vivo en Guerrero.
Espero la muerte.
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