Fue pobre. Trabajó al servicio de un potentado.
Emigré muy joven del pueblo. Jamás regresé.
Fui un estudiante brillante.
Pero siempre tuve dificultades para concluir.
Me casé y no tuve hijos.
Mi esposa trajo sobrinos a casa
que adoptamos como nuestros.
Fui un profesionista brillante.
Un escritor famoso también.
Me gustaban las crónicas, las narraciones,
la Poesía, las formas clásicas y románticas.
Intenté innovar sin abandonar a los clásicos.
Siempre fui un precursor, inteligente y
amigo de todos.
Gastaba todo mi dinero en libros
que venían desde Europa.
Nunca tuve riquezas.
La riqueza es vivir.
Quise ir a Paris.
Pero cuando tuve que exiliarme,
fui enviado a Barcelona.
Mi mujer siempre estuvo enferma, yo no.
En Europa se me desató la diabetes.
Complicada con otros problemas.
Pero pude viajar a a Paris.
Ya enfermo. Un médico me curó de la diabetes.
Me dijo que estaba aliviado.
Que me fuera a una ciudad junto al mar.
Que comiera bien y descansara.
Lo hice. Empeoré.
No podía levantarme.
Quedé muerto a los 58 años.
Los mismos que ahora tengo.
No vivo en San Remo, Italia.
No me llamo Ignacio Manuel.
Soy Edgar. Vivo en Guerrero.
Espero la muerte.
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