jueves, julio 07, 2005

tres

Cortamos nuestros brazos en rodajas
para vendernos
como alimento
de los ricos.

Asi lloramos
toda la noche

Un lobo aulló

Nos semejaba
el llanto de la luna.
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miércoles, julio 06, 2005

Dos

Ella tenia el cabello negro como la noche
y la piel color azabache;
se acostó con unos españoles
que tomaron viagra.
Yo tenía, una enorme mosca
de color verde
zumbando en mi escritorio
mientras leia
la antigua historia de Malinali
y escuchaba
El Unicornio Azul
con Mercedes Sosa.
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Uno

Nos quitaron a nuestros Dioses
mataron nuestra lengua
esclavizaron a nuestros hijos y mujeres
nos vendieron como objetos que se rematan
en la plaza
nos dijeron mentiras
quitaron nuestras creencias
y finalmente
nos dieron nuevas ropas
y otra magia
para vivir el dia a dia.
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sábado, julio 02, 2005

La lluvia.

Lo que me gusta es la lluvia
ver llover, mojarme,
sentir el frio del tiempo
caminar entre hombres y mujeres
que huyen del mar que nos cubre;
lo que me gusta es ver llover,
mirar de frente, solo silencios
excepto el ruido del mar
encima, pululando hasta morir
en nuestros pies, arrastrado
rumbo a las alcantarillas
veo mujeres preocupadas por
recoger sus vestidos, no
enlodar los zapatos de piel,
veo color, rubor, maquillaje
escurridizo, y veo silencios
asi avanzo en la calle, sin prisa
sin preocupaciones, solo silencios
gente pensando, como pasa la lluvia,
que el Dios Tlaloc, nos hace llegar.
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Siempre me agrado la poesia de Anne Carson...

Anne Carson:
El viejo suéter azul de papá

Hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina
donde siempre me siento, cuelga
del mismo respaldo de la misma silla donde él solía sentarse.

Me lo pongo al entrar,
como él solía, sacudiendo
la nieve de sus botas.

Me lo pongo y me siento en la oscuridad.
Él no haría esto.
Lajas de frío caen desde el hueso de la luna.

Sus leyes eran un secreto.
Pero recuerdo el momento en que supe
que perdía el juicio dentro de sus leyes.

Estaba de pie en la curva de la entrada cuando lo vi.
Llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta el cuello.
No sólo porque era una calurosa tarde de julio

sino la mirada en su rostro...
como un niño a quien la tía vistió temprano por la mañana
antes de un largo viaje

en trenes fríos y venteados andenes
sentado muy rígido en la orilla de su asiento
mientras las sombras, como largos dedos,

sobre almiares dejados atrás,
aún lo estremecen
porque él viaja mirando hacia atrás.

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— Este poema forma parte del libro La escuela de Wallace Stevens: Una antología
de la poesía estadounidense contemporánea, con textos introductorios de Harold Bloom,y la selección y traducción de los poemas por Jeannette L. Clariond, que aparecerá próximamente en Editorial Pre-textos.
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