está seco, escondido en un rincón de la casa.
Ahora nadie habla del gato que se acurrucaba
en el piso muy cerca de toda la familia.
Las mujeres observaban telenovelas y el gato
parecía mirar la caja negra y luminosa.
Pero yo lo extraño, casi murió en mis brazos
gimiendo, mientras lo apretaba con fuerza,
fue mejor así, que muriese pronto.
Mi mujer entró en la casa y preguntó por el gato,
le dije "está muerto", desde entonces ha evitado
mencionarlo.
La vida sigue en curso, los seres desaparecen
cada día por uno u otro motivo, empero,
surgen vidas nuevas, que también desaparecen.
Así llegó mi gato a nuestra casa,
en una pequeña caja de zapatos.
Luego creció y comenzó a ser una carga,
a provocar molestias, a ser irracional.
Ahora se ha ido, cuando no lo esperábamos,
ingirió veneno, pasó una noche terrible
consumido por el dolor y la angustia.
Cuando lo descubrimos era demasiado tarde,
no hubo médico que lo atendiera y no supimos
interpretar su agonía.
Se murió en mis brazos, casi, y
lo arrojamos al depósito de cadáveres.
Sin detenernos, por la ventanilla,
desde mi viejo auto en marcha.
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