Lo miro desde la ventana y le tengo lástima.
Su vida no tiene sentido.
Avanza esquivando transeúntes y máquinas.
Su cerebro está construido solo para el movimiento.
Esquiva obstáculos y regresa al mediodía.
Si llueve o tiembla, no se inmuta.
No piensa. No siente.
No se fija en nadie. Tampoco escucha.
No entiende. No se alimenta.
Sube las escaleras del departamento.
Se acomoda detenido en el rincón.
Lejos de la ventana. Leé poemas.
Pero su voz resuena monótona.
Es mejor que se calle.
Llega la noche.
No.
Ya no quiero vivir.

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